Yomawari: Night Alone es un juego desarrollado por Nippon Ichi Software en 2016, lanzado originalmente para Playstation Vita. Es un título de Survival Horror, que viniendo de Japón, por más simple que se vea, va a tener sustos por todos lados. –Japón tiene una manera de hacer terror que es escalofriante, son una fábrica de pesadillas-
Empezamos así, ¿Qué podría salir mal?

Una niña (nuestra protagonista, que se mantendrá sin nombre) está paseando a su perro, Poro, por las afueras de la ciudad. Tras un trágico accidente, Poro es atropellado por un camión, dejando solo una marca de sangre en el asfalto. Luego de estar unos momentos en shock, nuestra protagonista vuelve a su casa. Al regresar, le cuenta lo ocurrido a su hermana, que sin querer aceptar el hecho de que Poro posiblemente haya muerto, se decide a ir a buscar a su perro esa misma noche. Nuestra protagonista debe salir en busca de su hermana y su perro, pero por alguna razón, el pueblo está lleno de espíritus que quieren dañar a la pequeña. Depende de ella resolver los misterios del pueblo para reencontrarse con sus seres queridos.
Shhh, las sombras escuchan
Nosotros tomamos el control de la niña a lo largo del juego. Mientras exploremos la ciudad, diferentes espíritus van a ir apareciendo por las calles. La única manera de verlos es iluminándolos con nuestra linterna, fuera de ese cono de luz, no vamos a poder ver nada más que las calles y los edificios.

Algunos espíritus son sumamente violentos, y van a atacarnos (y matarnos) apenas nos vean, sepamos nosotros que están ahí o no. Para pasar desapercibidos, debemos ir en puntitas de pie para hacer el menos ruido posible. Cuando atravesar un lugar sea imposible, hay diferentes arbustos y carteles en los que vamos a poder ocultarnos por unos momentos hasta que pase el peligro
El corazón delator
-Es un título muy cheesy, pero si no lo ponía me iba a volver loco-
No tenemos barra de salud, ni ‘vidas’, si un espíritu agresivo entra en contacto con nosotros, un charco de sangre tapará la pantalla y volveremos al último checkpoint. Mientras que podemos usar nuestra linterna para ver a los espíritus, muchas veces pueden estár escondidos.

En la parte inferior de la pantalla hay una línea que demuestra nuestro pulso cardíaco -el de la niña, no el nuestro nuestro, creo que no hace falta la aclaración-, cuando estemos cerca de un espíritu escondido, el pulso acelerará, y también escucharemos latidos cada vez más fuertes. Esta será nuestra pista principal para saber si estamos en peligro o no.
¡Fuera bicho!

Hay que recordar que somos solo una niña con una linterna, no vamos a estar haciendo mucho del «matando», y si haciendo mucho del «tengo que correr porque me comen». Pero eso no significa que no tengamos herramientas que nos ayuden a encontrar a nuestra hermana.
A lo largo del juego hay varios items para recolectar, varios de ellos son simples coleccionables, otros son monedas que utilizaremos para activar unos altares, que funcionan como checkpoints. También podemos encontrar piedras, que podemos usar para generar ruido y que los espíritus vayan a buscarla, dejando vacía una zona para que podamos avanzar.
Terror en la incertidumbre

Yomawari tiene una manera de asustarte que no se usa mucho en juegos de terror más clásicos. Normalmente muchos juegos van a optar por infectarnos de jumpscares –algo apareciendo en la pantalla de golpe, con un ruido fuerte, los odio, los detesto me hacen mal soy débil necesito un abrazo-, mientras que este juego usa la incertidumbre de «¿Qué es eso?».
Hay espíritus de todo tipo, algunos solo atacan si los molestamos, otros atacaran apenas nos detecten, otros ni siquiera nos harán daño… a veces. Todo espíritu tiene un elemento aleatorio, puede pasar que un espíritu no nos haga nada durante horas de juego, y sin razón aparente nos va a atacar, o un espíritu agresivo de golpe puede volverse pacífico. Esa naturaleza de «¿Qué me va a pasar?» es algo que transforma el juego en una experiencia mucho más tensa, y es de esa incertidumbre de la que sale el elemento de horror.
Late, respira, observa
Yomawari no tiene música, desde la pantalla de título hasta el final, todo sonido que escuchemos es ambiental. El viento en los árboles, el latido de nuestro corazón, un espíritu susurrando a lo lejos, todos estos elementos se unen para crear un ambiente escalofriante y solitario, pero al mismo tiempo sabiendo que, en realidad, jamás estamos solos.

Con una cámara isométrica, y un estilo de arte simple, Yomawari a primera vista puede ser visto como adorable -está bien, está bien, es japones… kawaii…-. Es cuando vemos a los espíritus que rondan la ciudad que el arte destaca. Muchos de ellos son simplemente sombras, pero otros son caras apareciendo a lo lejos, o masas deformes con dientes demasiado reales, vistos por separado pueden parecer tontos. Pero agregando todo el ambiente a estos seres extraños, llenamos el tanque con Nightmare Fuel.
La simpleza es clave
La historia no presenta gran profundidad, nos presenta un evento shockeante cuando vemos el charco de sangre que alguna vez fue un perro, y luego nos «tira al mundo», sin demasiadas explicaciones. Yo soy un fanático de juegos con grandes historias, pero en estos casos, no saber nada es un gran plus, ya que el juego gira en torno a la incertidumbre de saber que hay más allá de lo que estamos viendo.

En cuanto a jugabilidad, tenemos movimientos super básicos, como arrojar piedras, mover la linterna, apagarla y encenderla, y no mucho más. La mecánica más atractiva viene de la mano de los latidos del corazón, tenemos que estar atentos a todo momento a lo que vemos y a lo que escuchamos, podemos tener a nuestro asesino literalmente tocándonos la espalda y no saberlo.
Aunque haya sido lanzado originalmente para PSVita -que seamos realistas, nadie tiene-, el juego fue luego relanzado en Steam y está presente en una colección llamada «Yomawari: The Long Night», para Nintendo Switch. Este paquete incluye este título y su secuela, Yomawari: Midnight Shadows.